Licda. Floridalma Beatríz Pérez Salanic
Licda. Lesbia Magdalena Coyoy Lucas
"No hay
acción humana sin una emoción que la funde como tal y la haga posible como
acto"
Humberto Maturana
Los
sentimientos son nuestra reacción al mundo que nos rodea, son la respuesta a
todo aquello que nos llega a través de los sentidos. Y, como el conocimiento
siempre comienza en lo sensible, los sentimientos nunca dejan de estar
presentes.
Son
importantes porque gracias a los sentimientos, el mundo y las personas no nos
resultan neutros, indiferentes u imperfectos. Por el contrario, los
sentimientos colorean la realidad conocida con una carga de atracción o
repulsión, de placer o de dolor. Así, ellos pueden contribuir positiva o
negativamente en la conducta y en el desarrollo de la personalidad.
Porque
somos seres humanos, los sentimientos deben perfeccionarse con la inteligencia,
la voluntad y la convivencia a manera de crear hábitos y virtudes. Reconocer la
superioridad de los sentimientos como principio rector en la vida y en la
actuación llevan a: hacer las cosas sólo porque tienes ganas, a dejar de
hacerlas porque se ha pasado el entusiasmo; se cae en la dependencia casi
exclusiva de los estados de ánimo y de los caprichos.
Educar
los sentimientos es hacer que ellos se rijan por la voluntad y la inteligencia,
es transformarlos en la virtud. Esta integración trae como consecuencia armonía
y unidad de conducta, estabilidad y madurez. Los sentimientos formados no sólo
llevan a querer el bien sino que a quererlo “de corazón”. La persona con
sentimientos bien encausados es capaz de gozar, de sufrir, de superar los
altibajos, de odiar el mal y de enojarse cuando hay motivo. En definitiva, es
dueña de sus sentimientos. Por lo que se puede decir que los sentimientos sí
tienen lugar en los aprendizajes y en la educación
Es
importante darse cuenta que muchos problemas de relaciones entre las personas y
los grupos tienen un fuerte componente emocional y que, al mismo tiempo, se
haga tan poco por atender explícitamente a la dimensión afectiva en los
procesos educativos. Por ejemplo encontramos prejuicios, racismo, intolerancia,
discriminación, violencia en el ámbito educativo.
Estimular la expresión de los sentimientos en la
etapa infantil es crucial, por varias razones. Una de ellas es que si el niño dice lo que siente, los
padres y la escuela pueden educar esos sentimientos de manera de fomentar los
que son positivos y erradicar o encausar los negativos.
Cuando
los sentimientos tales como el dolor, la pena o la ira no se expresan y
comienzan a acumularse, surgen algunos peligros y de tanto ocultarlos,
finalmente los verdaderos sentimientos se inhiben y por lo mismo dejan de ser.
Para
evitar que los sentimientos negativos se acumulen y poder encausarlos de manera
positiva los docentes debemos preocuparnos de que los estudiantes no nos tengan
miedo, al contrario brindarles confianza para establecer conversaciones
sinceras donde el estudiante se sienta a gusto y buscar el momento oportuno de
preferencia a solas para que se dé una buena conversación.
Lazarus
y Lazarus (2000) afirman que: "lejos de ser irracionales, las emociones
tienen su propia lógica, que está basada en los significados que construimos a
partir de las situaciones de nuestras vidas" (p. 19).
En
el proceso educativo se pide que se dé una educación integral, incluyendo a la
persona total y dentro de ello va inmersa la dimensión afectiva. Es importante
reconocer los sentimientos en el proceso educativo, como aprender a
comprender y a valorar lo que nuestros
afectos nos dicen de nuestra convivencia con cada una de las interacciones sociales.
También cómo vivir y expresar sanamente los sentimientos en nuestras interacciones
cotidianas con los demás. Así como reconocer la presencia y la influencia de
los sentimientos en lo que aprendemos y en cómo lo aprendemos.
Como
docentes tenemos el compromiso de realizar actividades dentro del programa
escolar en donde el estudiante sienta gusto y entusiasmo para los aprendizajes
y dejar por un lado la creencia de que aprender es difícil, tedioso y aburrido.
Se tienen que abrir más espacios donde se pueda sentir placer, gusto y emoción
por aprender que realmente se de ese disfrute en todo el proceso educativo.
Los
docentes en su mayoría de veces nos portamos indiferentes ante los estudiantes
y no nos preocupamos por preguntar cómo se sienten en clase, cómo se sienten en
el grupo y con respecto a los contenidos no tomamos en cuenta si son de su
interés y necesarios para desempeñarse en su diario vivir. Si rompemos con esa
indiferencia se encontrarán conjeturas valiosas que ayuden a comprender el
entusiasmo de los estudiantes o bien la apatía, desinterés y falta de motivos,
esto ayudará a percibir aspectos importantes en la dinámica grupal y personal
con respecto al trabajo de aprender y servirá para orientar la toma de decisiones
respecto al qué y cómo promover los aprendizajes.
Tal
vez por haberlos tenido en el olvido tanto tiempo, ahora se crea que se puede
prescindir de los sentimientos en el aprendizaje.
En
conclusión no podemos prescindir de los sentimientos en el proceso educativo,
ya que están siempre presentes, siendo importante reconocerlos para encauzarlos
en una dirección constructiva. La intencionalidad de la educación tiene que ser
en aprender a vivir bien. Es nuestra responsabilidad propiciar el desarrollo
integral, incluyendo explícitamente la dimensión afectiva y no solo la
cognitiva. Parte importante en este proceso es saber cómo nos sentimos como
docentes, si realmente disfrutamos la labor docente y si la relación con los
estudiantes se hace agradable ya que influye en nuestro entusiasmo, interés y
la forma de trabajar con ellos, es decir se tiene que ser un docente con
vocación, apasionado de su labor docente, por lo que es importante reconocer
nuestros propios sentimientos y por otro lado reconocer el sentimiento de los
estudiantes.
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