Lic. Santiago Enrique Gutiérrez Sapón.
Los
avances de la ciencia nos han permitido un logro increíble: poder desestimar
millones de ideas en las que un día creímos a pies juntillas. Lo dice Eduardo
Punset en su libro El viaje al poder de
la mente. ‘‘En él plantea que no somos conscientes todavía de lo
que implica para nuestro futuro poder echar por la borda gran parte de lo
conocido hasta hace muy poco. Y menos todavía, asimilar que mucho más útil que
aprender empieza a ser desaprender determinadas cosas``
El
mundo gira a un ritmo tan vertiginoso que todos los días desestimamos una idea
que un día fue importante, pero rechazamos desaprender algo que habíamos
aprendido. Todo ocurre tan rápido que apenas nos da tiempo a pensar en ello,
pero la realidad es que el mundo se equivoca un día sí y el otro también.
Muchas de las cosas que nos han servido hasta ahora han dejado de ser útiles,
sin embargo demasiadas de ellas siguen estando vigentes.
La
profundidad de los cambios globales que con tanta rapidez se suceden en esta
década; la acumulación tecnológica basada en la intensidad del conocimiento; la
automatización y robotización de la producción; la transnacionalización del
comercio; la revolución de la informática, de la biotecnología y de las
telecomunicaciones ponen de manifiesto que la historia de la humanidad ha
entrado en una etapa sin precedentes y con imprevisibles repercusiones para las
sociedades en el siglo XXI. Este nuevo escenario mundial que implica la pérdida
del paradigma que presidía nuestro accionar hasta el momento, significa por lo
mismo un espacio inédito que requiere de nuevas respuestas en todos los
órdenes, político, económico, ecológico, cultural y muy en especial en el
educativo.
Salimos del útero materno y lo
primero que hacemos es aprender a respirar. A partir de esos inicios,
todo en la vida es aprendizaje. Nacemos para aprender. Y, como sabemos, todo aprendizaje es un proceso lento que nos
exige un esfuerzo. Por otra parte, está entrando en nuestras
conversaciones la expresión ‘desaprender
lo aprendido’. Personalmente, preferimos
aprender a desaprender. Hay muchas cosas que, a lo largo de la vida se a
aprendido, y que se ha ido añadiendo al currículo
personal, y que muchas veces no
favorecen nuestro crecimiento social afectando el aprendizaje educativo. Aún
más, pueden obstaculizar la realización como hombre o mujer.
A lo largo de nuestra existencia nos movemos en diferentes ámbitos: La familia, la escuela, la
misma sociedad; en todos ellos, aprendemos muchas cosas que nos enriquecen
nuestra historia. Aprendemos a comer, a caminar, a comunicarnos, a querernos. También
aprendemos a escribir, y a leer. Asimismo, se nos educa en valores; nos
facilitan el aprendizaje para una buena socialización con nuestros compañeros,
colegas o vecinos; e incluso, nos instruyen y aprendemos a manejar las nuevas tecnologías. Fabuloso, que nos equipan muy bien para el futuro.
Bueno, paralelamente a todos
estos aprendizajes, que potencian nuestra realización personal, también aprendemos muchas cosas negativas que
no contribuyen a nuestro crecimiento personal e intelectual. En este
sentido, aprendemos a ser vengativos,
rencorosos, egoístas, mentirosos, celosos, violentos, perezosos, negativos,
deshonestos, egoístas, intransigentes, hipócritas, avaros, corruptos,
racistas, incoherentes, groseros, viciosos, aprovechados, intolerantes,
En fin, cada cual tiene lo suyo.
Ahora es cuando viene desaprender. Porque hay que desaprender todas estas cosas que nos deshumanizan, nos
alejan de los demás, dificultan y rompen nuestras relaciones, incluso, las más
cercanas. Hay que desaprender todo aquellas paradigmas y que son verdaderos candados en nuestro
crecimiento personal, familiar y en
nuestro crecimiento social educativo.
Pero aprender a desaprender es un proceso, no resulta fácil esta
transición, lleva su tiempo, tanto como el que nos llevó aprenderlo.
Requiere esfuerzo para hacer una internalización de querer cambiar en el arte
de aprender a desaprender, o sea camino de una actitud negativa hacia una
positiva, y como cualquier arte para
mejorar el trabajo crea estrategias para
desmontar lo que, de hecho, forma parte de lo que es la persona, aunque en
realidad no es agradable tener que hacerlo. Aprender a desaprender,
exigiría voluntad, actitud positiva, esfuerzo, orden y disciplina.
Hay situaciones que se tiene muy arraigadas,
que resultan verdaderos retos, eso sí no
están muy viciados, y no es fácil deshacerse de ellos. En el ámbito religioso se habla de
cambio, de conversión. Todo ello, se denomine como se denomine, supone un esfuerzo,
una revolución interior que, en muchas ocasiones, no estamos dispuestos a pagar
el precio que se nos pide. Por ejemplo, la imagen que nos hemos ido forjando en
la relación con los demás. Las formas en que se desarrolla los procesos de
aprendizaje, el rol que desempeñamos en nuestra función educativa. No es fácil, no, pero hay que desaprender si se quiere avanzar.
En el ritmo de vida que se lleva, hay que buscar tiempos y espacios para reflexionar. Se necesita conocimiento de si muy bien, discernir
aquello que nos humaniza, de lo que nos deshumaniza, también hay que contrastar
y confrontarse con alguien de confianza. Se trata de diseñar los pasos a
seguir en el proceso de desaprender.
Conclusión
Si
se desaprende es porque lo que aprendimos mal en ese sentido inicia una nueva
etapa de reaprender restaurar aquello que no quedó bien desde el inicio, se aprende para crecer,
se aprende para desarrollar, se aprende para evolucionar; sin embargo cuando
estos procesos no se cumplen, pueda que suceda lo siguiente:
No
aprendimos o aprendimos mal, y todo porque no hubo un proceso de aprendizaje,
sino una técnica de enseñanza que no deja huellas en nuestra vida.
“Todo
lo que aprendas, procura aprenderlo con la máxima profundidad posible. Los
estudios superficiales producen con harta frecuencia hombres mediocres y
presuntuosos.”
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